La música de una trompeta acaba
con la tranquilidad de la calle. Los balcones se abren y los niños bajan
corriendo, nadie pregona nada pero todos saben lo que va a pasar, todos saben
que pronto comenzara el número de la cabra.
A la puerta de un bar
un gitano monta una pequeña escalera de madera, a su lado una cabra masca
tranquila. El gitano comienza a soplar la trompeta, un pasodoble machacón y
desafinado, y empieza el espectáculo. Ayudado por una vara de olivo va marcando
los pasos que a de seguir la cabra, le indica un peldaño de la escalera y la
cabra va subiendo, luego otro y otro, hasta llegar arriba. Los niños se agolpan
alrededor y algún que otro transeúnte que por allí pasa. El camarero del bar le
grita nervioso que porque no se va con la cabra a otra parte temiendo que algún
cliente se le vaya sin pagar con el revuelo que se esta formando o que algún
chavalito le sise la propina dejada sobre el platito de la cuenta, pero el
gitano ha comenzado el espectáculo y ya nada lo puede parar. Poco a poco la
cabra llega a la cima de la escalera y allí le espera el último paso, el más difícil,
se ha de subir en un botellín de cerveza y la cabra, con su papel bien aprendido,
juntando sus patitas se monta despacito
encima de ella. Los niños aplauden y el gitano pasa la gorrilla entre los
espectadores. Pocas monedas tintinean en la gorra, recoge los bártulos y camina
seguido por la cabra y un corro de chiquillos en busca otro barrio donde montar
de nuevo el tenderete.
Esta imagen era bastante
habitual hace unos años. Los viejos, cuando escuchaban la musiquilla decían que
ese seria un mal año, presagio de malas cosechas y duro invierno.
Actualmente, se ha cambiado
la trompeta por un teclado y un carrito con unos altavoces y se ha prescindido
de la cabra, en algo se ha ganado, pues no veas los varazos que se le daban al
pobre animal para conseguir que se subiera en el botellín. Pero los presagios
siguen siendo los mismos, el pasodoble machacón y mal tocado, el mismo e
incluso parece ser el mismo gitano, aunque que queréis que os diga, el numero
ha perdido mucho encanto sin la cabra.
Écija, 18 de noviembre de 2013
Pablo Reina
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