De pequeño
siempre andaba con una escopeta de plomos en las manos, desde muy pequeño, con
cinco años nada mas, ya sabía manejarla y tirar con ellas. Me la encaraba y
como no me daba el tamaño de la culata la pasaba por debajo del brazo y así la
manejaba. Las tardes de verano las pasaba en el campo, en Reinoso, del
gallinero al patio de las palmeras con la escopetilla en busca de los gorriones
que por allí paraban. El patio tenía tres palmeras que cuando yo tenía ocho o
diez años sus palmas estaban a la altura de las ventanas de la parte alta de la
finca, allí nos apostábamos y disparábamos a todo gorrión que se atreviera a
entrar a sus hojas. Recuerdo que cuando conseguíamos abatir alguno y caía al
patio teníamos que bajar corriendo pues los gatos del casero se los trincaban
antes que nosotros pudiéramos cogerlo. Luego los llevamos a casa y Vallilla,
más que una tata para mí y mis hermanos, me los ponía frito.
No me
avergüenzo ni me vanaglorio de ello. Eran otros tiempos. Mucho me tacharan de
cruel, pero no tenía nada de cruel en aquellos años. Hoy en día no me gusta que
mis hijos cojan la escopeta y cacen con ella, prefiero que disparen a dianas o
cualquier otra cosa, ¿a cambiado mi forma de pensar?, pues si, seguramente
sí.
En aquellos
tiempos los gorriones eran la mar de común, como su nombre indica. Volaban en
grandes bandos de un lado a otro, no solo del campo, sino en los tejados de mi
pueblo. Actualmente se les escucha menos, no digo que sea una especie que esté
en peligro, pero sí que su población está en declive en todo el mundo, ¿la
causa? ni idea. Algunos estudios indican que se debe a que en el campo se han
abandonado las prácticas tradicionales de agricultura y el exceso de pesticidas
y otros productos con los que saturamos la tierra les afecta sobre todo en su
alimentación. En cuanto a las ciudades, como Londres o Praga, donde cada vez es
mas difícil ver uno, la causa la centran en el cuidado de las zonas
ajardinadas, donde cada vez es más complicado encontrar "malas
hierbas" donde poder buscar grano e insectos y la falta de lugares donde
poder anidar.
Lo cierto y
verdad es que nuestro gorrión común es cada vez menos común. Debemos tomar
conciencia de ello y pensar que estamos haciendo algo mal, pues si a ellos les
repercute a nosotros también.
Écija, 22 de octubre de 2015
Pablo Reina
Acuarela 21x30 cm |
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