El pasado fin de semana hablaba con un guarda de finca que se quejaba de la cantidad de zorros que tenía que abatir al año. Hablaba de cómo se había multiplicado el número de gaviotas y el problema que conllevaba. El pobre hombre se vanagloriaba de lo bien que guardaba su finca, de la cantidad de perdices y conejo que se criaban en sus guarderías, pero no se daba cuenta de que hemos roto el equilibrio natural, nos hemos cargado la mejor forma de mantener a raya a los depredadores.
Durante siglos no ha faltado la caza en España y existían un mayor número de depredadores de los que hay ahora, pero no nos enteramos que la caza en España no es otra cosa que negocio, es un sector que mueve al año miles de millones de euros y nos lo estamos cargando poco a poco, tiro a tiro, en nuestro propio perjuicio.
Antiguamente los zorros tenían infinidad de depredadores, como el lince, el lobo o el águila real. Sus crías no sobrevivían ni la mitad de las que sobreviven ahora, pues estaban expuestas a multitud de enemigos. No soy contrario a la caza, incluso la practico, aunque cada vez menos, pero ha de cambiar una serie de normas y de leyes para que se mantenga el equilibrio. Está totalmente prohibido matar rapaces y especies protegidas, pero en los cotos, los guardas y socios, abaten todas las que pueden amparándose en el daño que hacen. Si nos paráramos a pensar y observar, los mejores cotos son los que practican un control equilibrado, en ellos hay más caza y más depredadores, pero se respeta el equilibrio entre ellos y las especies cazables son más bravas y los lances son mucho más bonitos que aquellos en los que hay que repoblar continuamente. La caza, como todo, se ha convertido en una cuestión de cantidad más que de calidad. Y no creo que ese sea el camino.
Como en el cuadro, antaño, el águila real era el peor enemigo del zorro. Hoy el hombre se ha vuelto el peor enemigo del águila real y del zorro, en detrimento de la diversidad de especies en nuestros campos.
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