Asombran la primera que las ves.
Tan grandes y pesadas, no crees que puedan levantar el vuelo con tanta destreza.
Pero una vez que la divisas en
cortejo, te asombran doblemente. El macho se convierte en una algodonosa bola
de plumas, y seguros se pavonean. Giran, esponjan más sus plumajes e intentan
llamar la atención de alguna hembra que si se ve atraída por el vistoso atavío se
apareara y seguirá su camino, dejando al macho que siga exhibiéndose. No tienen
la menor pretensión de pasar desapercibidos en estos períodos y pueden ser
vistos desde largas distancias.
Écija, 23 de noviembre de 2017
Pablo Reina
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